Llegó al mundo un corazón lleno de vida, viajero incansable, capaz de amar plenamente a todo lo que contienen los universos. Pero sólo dar su primer latido, cayó sobre él una trampa-jaula, desde la cual escuchaba día y noche mensajes hipnóticos: “no te fíes o te engañarán”, “fuera de aquí no te querrá nadie de verdad”, “el mundo es un lugar frío y despiadado”, “a la gente buena les dan todos los palos”… Creció y creció ese pobre corazón sin saber lo que era el amor, hasta que un día sonó desde la radio vecina, el eco de una canción chilena cuyo estribillo repetía una y otra vez: “lo que das te lo das, lo que no das te lo quitas”. A su ritmo se fueron deshaciendo como el polvo todos los barrotes de la gélida jaula y le corazón quedó liberado para siempre. En el suelo, de los grises restos de metal, nació la bella flor del silencio.
viernes, 29 de enero de 2010
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