Desde los cristales de esta cafetería veo un trozo del mundo. Todos los que estamos aquí sentados lo vemos, pero es un mundo diferente para cada uno de nosotros. El ansioso, focaliza a su modo y lo percibe preocupado, anticipando innumerables peligros. El depresivo, a través del ventanal, mira el mundo obsesionado con sus pérdidas. El irritable crónico aplica para ver ese filtro de la injusticia… Mientras acabo el té me acuerdo de lo que le dijo un día a Eduardo Punset un amigo físico: “Eduardo, no te inquietes con lo que te voy a decir, pero la realidad es invisible”.
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¿Por qué me percibo invisible?
Si tus padres nunca te vieron, tú tampoco te ves y es muy probable que creas que eres invisible para el resto de los mortales. ¿Llegaste por sorpresa? ¿Hablas con la sensación de que nadie te escucha? ¿Caminas como un ladrón sin hacer ruido, como una sombra sin cuerpo? ¿Ocultas tus pensamientos, emociones, deseos y necesidades?
Un masaje de nacimiento te devolverá la visibilidad…
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