viernes, 25 de febrero de 2011

DE LA SORDERA EMOCIONAL A LA EMPATIA SOCIAL (Mónica Liliana Fronti)


“Lo que estas haciendo habla tan alto que no puedo escuchar lo que dices” (Emerson)
EMPATÍA Y COMUNICACIÓN: EL ARTE DE ESCUCHAR
Escuchar parece una actividad muy simple, incluso la mayoría de las personas la asocian con una actitud pasiva, sin embargo, escuchar (eficiente y empáticamente) es algo bien difícil, como lo confirma tanto nuestra vida diaria como los procesos sociales (escuela, empresa, instituciones políticas, etc.).
Para escuchar se necesita una actitud paciente y una buena dosis de autocontrol, además de todas las habilidades intelectuales que presupone la comunicación.
Con qué facilidad, cuando estamos escuchando a otra persona, en vez de prestarle atención estamos pensando lo que vamos a decir nosotros en nuestra próxima intervención, o estamos interpretando ya lo que nos dice, o simplemente perdemos el hilo recordando nuestros asuntos personales, o descalificamos lo que estamos oyendo en base a nuestras propias informaciones (que pueden ser correctas o erróneas), o escuchamos desde una actitud determinada o bien desde un estado anímico específico (por ejemplo: de rechazo al interlocutor).
A la escucha eficiente la podríamos llamar escucha activa, y podemos definirla como "el esfuerzo físico y mental de querer captar con atención la totalidad del mensaje que se emite, tratando de interpretar el significado correcto del mismo, a través del comunicado verbal y no verbal que realiza el emisor, e indicándole mediante la retroalimentación lo que creemos que hemos entendido". EMPATÍA Y COMUNICACIÓN
¿Por qué es tan difícil escuchar empáticamente? ¿Qué es lo que produce “escuchas” diferentes?
NUESTRA BIOLOGÍA: Escuchamos diferente de los perros. Un hombre de 85 años escucha diferente que un muchacho de 20 años. Nuestra biología nos produce diferentes capacidades de escucha.
CONTEXTO DONDE NACIMOS: Nuestra escucha es diferente a la que tienen los nacidos en Borneo, ellos tienen un contexto social diferente al nuestro. También varía de acuerdo con la época en que nacimos. Nuestra escucha no es la misma que tenían nuestros próceres de la Independencia. Pensemos en nuestro himno nacional, ¿lo escuchamos de la misma manera nosotros que un habitante de Francia o de Singapur?
NUESTRA HISTORIA PERSONAL: interpretamos diferente las cosas de acuerdo con la historia que cada uno tiene y las experiencia vividas. Piense en una música que le recuerde algún momento romántico de su vida. No la va a escuchar de la misma manera si está con esa persona o si ya no la ve más porque lo/la engañó.
NUESTRAS DISTINCIONES: Si yo no sé nada de música mi escucha de un concierto es diferente a la que tiene alguien avezado en ese tema. Lo mismo me sucede frente a una conferencia, si entiendo del tema que están tratando es algo muy diferente a que si no tengo distinciones de lo que están hablando.
LA EMOCIONALIDAD: no escucho lo mismo si estoy en un buen día a si estoy transitando un día negro donde todo me sale mal. Mi estado de ánimo me predispone a diferentes niveles y calidades de escucha.
NUESTRAS INTERPRETACIONES: Podemos pensar casi cinco veces más rápido de lo que podemos hablar... Está todo dicho... A esto hay que agregar que a su vez nuestras interpretaciones provienen de las creencias que sostenemos, de nuestros juicios y de nuestros prejuicios.
Cada vez que escuchamos -si escuchamos atentamente estamos entendiendo el ‘qué’ de la comunicación- suelen aparecer(nos) dos preguntas (conciente o inconcientemente):
1. ¿Para qué dice lo que dice? (intencionalidad)
2. ¿Cuáles son las derivaciones de lo que dice? (consecuencias presentes y futuras).
El ‘para qué ’ suele terminar en una apreciación subjetiva (‘me quiere herir’), cuando en realidad esa pregunta debe ser más objetiva, y expresarse con un ‘POR QUÉ DICE LO QUE DICE’.
Y acerca de las derivaciones, debemos siempre efectuar verificaciones (a través del diálogo) para cerciorarnos de que nuestras conclusiones son correctas o compartidas, para que la comunicación termine siendo verdaderamente efectiva.
"No vemos las cosas tal como son, sino tal como somos". (Del Talmud)
Sus directrices para mejorar el modo de escuchar establecen cinco pasos:
1. Mantener contacto visual con el que habla.
2. No interrumpir sus frases.
3. Responder de manera sincera.
4. Comprender el proceso, no sólo las conclusiones.
5. No imponer el punto de vista propio, sino escuchar con sensibilidad para desarrollar las conclusiones del orador.
El escuchar le da validez al hablar, porque es el escuchar y no el hablar lo que da sentido a lo que decimos.
En el cuento del principio, lo que precipitó el accidente fue la escucha que no existió.
Es por eso que decimos que:
“Nosotros decimos lo que decimos, pero el otro escucha lo que escucha”.
Lo decimos para convalidar que la clave del “escuchar” no está en el contenido del mensaje del que habla, sino en la interpretación que hace el oyente sobre lo dicho y cómo esto modifica su ámbito de acciones y posibilidades futuras.
Normalmente damos por sentado que lo que escuchamos es lo que se ha dicho y suponemos que lo que decimos es lo que las personas van a escuchar. (Rafael Echeverría)
Una mujer excedida en peso maneja un auto junto con su hija por un camino de cornisa en Córdoba. De repente de la mano contraria aparece otro auto manejado por un señor que al pasar al lado de ella le grita. Vacas!!!
La señora se indigna al escucharlo, comienza a insultarlo como mirando para atrás y mientras tanto desarrolla toda una conversación interna de lo gorda que debe estar para generar que este señor le haya gritado eso.
De repente da una vuelta cerrada y encuentra que su camino está lleno de vacas.
Ya es demasiado tarde. No hace a tiempo a frenar.
Si tan sólo hubiera podido escuchar el aviso que le dieron del otro auto!!!!
¿Cuántas veces te pasa lo mismo?
¿Cuántas veces creés que sabés de lo que te están hablando?
¿Cuántas veces suponés lo que te van a decir?
¿Cuántas veces te vas a tu conversación interna y dejás de escuchar lo que el otro te dice?
¿ Cuántas veces pretendés que lo que le pasa al otro tenga que ver con lo que te pasa a vos?
¿Cuántas veces mientras el otro te habla te vas a tu conversación interna y dejás de escuchar lo que te dicen?
¿ Cuántas veces creés que ya sabés de lo que te están hablando?
¿Cuántas veces escuchás sólo el principio de la conversación, suponiendo lo que te van a terminar diciendo?

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